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viernes, 5 de marzo de 2010

PAZ EN EL DESÁNIMO

Alejandro aún no había nacido. Fue un niño que creció en un ambiente muy
solitario, sobre todo, por el gran vacío que generaba su incultura. No hubo
estímulos que le introdujeran de una vez en el mundo. Aceptaba su vida tal
cual le venía, sin preguntarse el porqué de las cosas ni el para qué de sus
acciones. Sólo tenía la preocupación de hacer bien lo que le encomendaban
para contentar a sus amos y poder seguir adelante.

Él no fue consciente de todo el malestar y desánimo que acumulaba a raíz de
cada acto de sus semejantes. Y así; tras reprimir el sentimiento que la injusticia
le provocaba en su interior durante largos años, Alejandro comenzaba a tener
lagunas de memoria. Al principio no les daba importancia, pero cuando observó
el comportamiento de quienes se le acercaban, temió haber hecho algo de lo
que pudiera avergonzarse.

Su miedo no le permitía hacer nada y sabía que eso no iba a cambiar. No
había vivido, ni tendría oportunidad de hacerlo. La tristeza, el espanto y la
desesperación lo mantenían en la oscuridad. Falto de amor, respeto y anhelo
por uno de sus semejantes; ahora no se imaginaba vivo más allá del mes de
abril. Él sólo deseaba haber muerto antes de nacer.

- Alejandro Hernández -

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