Libertad Global: marzo 2010 Libertad Global

sábado, 20 de marzo de 2010

La libertad que esclaviza


Teo era un niño que creció sin saber ni preguntarse qué era la libertad.
Por supuesto, los adultos que lo rodeaban lo sabían, al igual que conocían cuáles eran y serían sus miedos principales a lo largo de toda su vida.

Un día, alguien muy cercano a él, le sacó de su mundo por unos días, del mundo de todos en realidad. 
Salieron para perderse entre los campos, llenos de ávidos colores por las flores en pleno esplendor primaveral, de frescos olores por los cultivos que rocían a primera hora de la mañana. Poco a poco los canticos de los pájaros que hacían su vida en el aire, se volvió más complaciente, al ser los insistentes infantes ya alimentados por sus dedicados padres…

Y… "¿Qué más?, ¿Dónde ha ido todo?". Teo sintió como si le acababan de quitar un caramelo, uno del que ni siquiera todavía conocía todo su sabor. Ya en su mundo habitual, tuvo que aceptar que sólo había sido un sueño, algo que no podría ser real.
Se esforzó en recordar: "El tacto sentía el viento, el viento acariciaba el cuerpo desde la espalda, haciéndolo valiente en cada paso hasta un final inexistente". Este recuerdo sólo fue eficaz durante un suspiro. Y para siempre tuvo que vivir con el remordimiento de no poder gozar de esa maravilla vista más allá de todo lo que él conocía, la
libertad.

Por saber de su existencia; Teo moría lentamente, sufriendo incesablemente y destruyendo con su desconsuelo a todos los seres queridos que le rodeaban.
Sólo al final, cuando todos hubieron derramado la última gota de su llanto; Teodoro perdió la vida, junto a todos sus males y devolvió a sus conocidos la libertad de escoger otra dirección para sus vidas, libres de las cadenas que su tormento imponía sobre ellos.


viernes, 5 de marzo de 2010

PAZ EN EL DESÁNIMO

Alejandro aún no había nacido. Fue un niño que creció en un ambiente muy
solitario, sobre todo, por el gran vacío que generaba su incultura. No hubo
estímulos que le introdujeran de una vez en el mundo. Aceptaba su vida tal
cual le venía, sin preguntarse el porqué de las cosas ni el para qué de sus
acciones. Sólo tenía la preocupación de hacer bien lo que le encomendaban
para contentar a sus amos y poder seguir adelante.

Él no fue consciente de todo el malestar y desánimo que acumulaba a raíz de
cada acto de sus semejantes. Y así; tras reprimir el sentimiento que la injusticia
le provocaba en su interior durante largos años, Alejandro comenzaba a tener
lagunas de memoria. Al principio no les daba importancia, pero cuando observó
el comportamiento de quienes se le acercaban, temió haber hecho algo de lo
que pudiera avergonzarse.

Su miedo no le permitía hacer nada y sabía que eso no iba a cambiar. No
había vivido, ni tendría oportunidad de hacerlo. La tristeza, el espanto y la
desesperación lo mantenían en la oscuridad. Falto de amor, respeto y anhelo
por uno de sus semejantes; ahora no se imaginaba vivo más allá del mes de
abril. Él sólo deseaba haber muerto antes de nacer.

- Alejandro Hernández -